Dormir para soñar contigo o tener insomnio por pensar en ti, que aunque salga el sol, ya no amanece, no amaneces, no, que ver la luz significa que empiece el día con mis piernas abrazadas a las tuyas, con tu nariz hundiéndose en mi nuca o con tu lengua buscando cobijo entre los soportales de mi piel en los días de sol o lluvia. Ver amanecer es que me tiemblen las piernas por haber pasado la noche entera jugando con el vaivén de tus caderas, es crear un huracán bajo las sábanas y es besayunarnos cada mañana. Ver amanecer no es lo mismo que verte amanecer, con tu cabeza en nuestra almohada o entre las mantas.
Tranquilo, corazón, cuando menos te lo esperes, amanece(s).
Y la vida... Vida es que seas agua y recorras mis vasos sanguíneos, que seas catarata y te estrelles en el fondo de mi vientre, que seas mar y rompas tus olas en los estanques de mi ombligo, barco, y te quedes anclado en las profundidades que se esconden bajo mi falda, viento, y te enredes en mis cabellos, lluvia, y me cales entera hasta los huesos, tu lengua en mi sexo, otoño desnudando mis miedos, tus manos en mi cuerpo. Vida es ver tu vida pasando junto a la mía, es que seas huracán y te lleves todos mis destrozos, que seas anginas y te aferres a mi pecho, francotirador, y yo siempre tu objetivo perfecto, alfarero y yo tus curvas a modelar, tu guerra ganada, los miedos perdidos, tu meta.
Caen sobre mis párpados noches eternas inertes y sin color, vasos purpúreos con restos de carmín adornan mi mesita de noche y setenta y dos balas en la recámara que duermen debajo de mi cama. Bang, creo que esto va a estallar, tengo la tráquea llena de suspiros muertos, las neuronas empapadas de sueños vivos, una cicatriz de tu boca en mi cuello y miles de b(v)e(r)sos que naufragan cada vez que pienso en el letal navío de tu nuca. Tengo un mar oprimiendo mi pecho del mismo color que tus ojos y del mismo tamaño que tu ausencia, tengo una astilla en el corazón de tanto tocar madera y noches en vela acumuladas en mis ojeras buscando estrellas fugaces, deseo... que te cumplas. Hay tormenta, y siento cómo los truenos atraviesan mi cuerpo, o serán mis piernas que tiemblan bajo mi cara de niña buena porque tus manos no juegan con ellas. Quizás vivir también sea entender que, aunque nadie lo entienda, tengo setenta y dos balas, tantas como días me quedan para ver tus manos bajo las transparencias de mis medias. (Ilustración de @albertsoloviev)
Todo tiene un principio y un fin, era la hora de tirar del hilo fino que unía las partes de mi coraza para comprobar si estaba lista para salir a la calle con el corazón desnudo, a contracorriente y con el aire a tu favor. Colgué en el armario el traje de tristeza y caminé hasta tu encuentro, o hasta que tú me encontraste a mí... Tus manos en mis ojos, sonrisa en mi cara, me abrazas y que le den lluvia al tiempo, mi carmín esparcido por tu cuello y perderme en la geografía de tu cuerpo. La niña de ojos tristes sonríe bajo tus abrazos subversivos y tu aroma en mi pituitaria, aunque ha tenido durante un tiempo los párpados cerrados no está muerta, late. Lo bueno de las balas es que igual que entran, salen.
Desde que te fuiste, no he vuelto a pasar por aquel puerto marítimo donde me encontraste por primera vez, hasta los pequeños barcos llevan sus banderas a media asta, como vivir a medias, vivir semiviviendo, como tus manos a media luz entre mis piernas sin medias. (Ilustración de Paula Bonet)